martes, 16 de septiembre de 2008

Laberintos e incógnitas

Viejo pero no por ello menos viejo (?).

Estoy escribiendo algo largo, apenas lo tenga muestro. Salutes.

Incógnitas.

Hay un árbol, que se dobla y golpea el agua con un hermoso tan- tan- tan.
Hay un pájaro, que mira, desde lo alto.
Hay un hombre que muere.

Se tropieza y cae, dejando tras de sí un agujero bordado de espuma plateada.
Tiembla al ver el hacha aproximarse. 
Deja que su mirada rebote, tome altura y vuelva a caer.

Trata de que no se note su miedo. Se convence de ser valiente. Pero el sudor le recorre el alma.
Encuentra un árbol. Lo visualiza y se lo imagina, colmado de gozo.
Mira hacia arriba, entre las olas y las piedras. Sonríe.

Comienza a ahogarse, a inhalar el agua fría.
Se paraliza al sentir el hacha sobre sus pies. Llora impotente.
Sus garras tocan una rama y se sacuden. Alguien esta hachando.

Se rompe, se dobla y se desangra. Se tambalea y con un crujido cae al agua.
Se sorprende ante el desmayo de su árbol. Se eleva con una media sonrisa entre plumas.
Esta tocando fondo. Abre la boca para gritar y el agua fría le corta la voz.

Se cree a salvo en su vuelo cuando descubre que el ímpetu del árbol se lo lleva al río.
Todo se vuelve silencio, incluso el bajar de las ramas y el hacha en el agua.
Su sangre se moja, verde. Esta preparado para morir.

En el fondo del río se encuentran, el hombre el pájaro y el árbol.
El viento sopla en la orilla.