viernes, 28 de diciembre de 2007

La lengua de barro. (o variaciones sobre el reproche I)

Pfff!


-Hola, ¿cómo está?
- Bien ¿y usted?
-Bien, extrañándolo. Que pasa, ¿no le gustan más mis mates?
-No es eso, no. Es que he estado entretenido con otras cosas.
-A claro. Entonces, ¿no me va a charlar nunca más? ¿Cómo viene la mano?

Levanto la vista de mi cuaderno. Todavía tengo el gusto, malsano para estos tiempos, de escribir a mano algunas cosas. Miro a Fulgencio que esta paradito de costado. Me mira de reojo, como si no se atreviera a enfrentarme.

-No se chiflado ¿quiere? ¿Cómo voy a dejar de charlarle? A ver, páseme un mate amargo por favor- y lo miro a los ojos mientras le estiro la mano.
Mi enano matero se cree que no capture el silbido de su suspiro de alivio. Una nueva, encima me tocó un enano reprochón.

-No me diga que me anduvo extrañando…
-No, no es eso. Bueno, un poco sí, me había acostumbrado a que nos viéramos más seguido. Y ahora que se me hace el trabajador… bueno, me tiene un poco abandonado.
-Vamos Fulgencio, no me reproche por eso- le doy la última chupada al mate- no hay nada más feo que un reproche.-
-Se equivoca.
-No sería la primera vez.
-Un reproche es un piropo que no se merece.
-No mereceré el piropo pero, como decía Groucho, he tenido neumonía y tampoco me la merecía.- Le paso el mate y lo miro reír. No se si he descrito la risa de Fulgencio. Verán, Fulgencio es de esos enanos que se ríen con todo el cuerpo. Cuando le vienen las carcajadas, se le achinada los ojos y la boca se le hace tan grande que parece que se tragara a la nariz. Se le mueve hasta el último pelito. Y son muchos pelos para mover.
Lo más lindo de su risa es que se va a pagando despacito como si un cigarrillo de vida (¡qué oxímoron!) le colgara de la comisura.
Le agrega yerba a la calabaza y me comenta

-Los reproches son formas enroscadas de decir te quiero o estuve pensando en vos. Es muy de nosotros decir alguna cosa fea, cuando en realidad queremos decir algo lindo.
¿Sabe por qué?

-No, cuente mientras preparo unas tostaditas con miel.
- Justamente, la miel tiene que ver.


La lengua de barro

Se comenta por ahí que Dios, cuando creó al primer hombre, lo dejó que se secara al sol al pie de un sauce. En ese tiempo no existía el problema de seguridad que tenemos ahora, así que Diosito se dio el lujo de irse bastante lejos, a crear otros animales, y dejar al Hombre solo.

Cuando ya estaba bastante seco, el Primero cobró vida. Como estaba de estreno, de aliento y de cuerpo, se puso a examinar la creación divina.
Miro sus piernas y las encontró suaves y cubiertas de pequeños pelitos (el hombre fue creado a semejanza de Dios, ergo Dios es peludo)
Miro sus manos y descubrió lo hábiles que eran. Miro su torso y se hipnotizó con el tum-tum de su corazón.
Todo le pareció de primer nivel, digno de una obra del Altísimo. Contento por la novedad de la vida, el Gran Padre se puso a explorar los alrededores del Sauce.
Llevaba así un buen rato cuando descubrió, en la segunda rama de la derecha, un panal de abejas.
El gruñido de su vientre, le comunicó que nunca había comido. La chispa de sabiduría divina que poseía le susurró que dentro de ese panal estaba el alimento tan deseado. Sin embargo, el conocimiento innato no le indicó nada de la peligrosidad de las abejas, por el sencillo hecho de que venía de Dios. Y el Altísimo no ve las cosas malas.

El Hombre, trepó hasta el panal y sin dudarlo lo abrió y comenzó a beber la miel que brillaba como con vida propia.

El problema fue que aún, como no le había dado el sol, la lengua no se había secado del todo y comenzó a fundirse con la miel que le caía encima. Para colmo de males, las abejas, furiosas, quisieron picar al intruso sin otro resultado más que el de quedar atrapadas también en la lengua de barro del hombre.

Cuando el Creador volvió a ver a su hijo, lo encontró llorando en el suelo. Y aunque trató de quitar la miel y las abejas de su lengua, era muy tarde. Ya se había secado la arcilla.

Es por eso que cada vez que alguien habla puede ser que probemos la dulzura de la miel, pero también puede pasar que alguna abeja, en su afán de escapar, llene de veneno las frases que pronuncia la lengua que la detiene…




-Así que ya sabe.

Otra vez me deja pensativo mi enano. Lo miro cebar mate en silencio, como si fuera un ritual pagano.
Termino de untar una tostada con miel y me la pongo en la boca. Entremezclado con el dulzor me parece sentir un zumbido.

-¡Carajo!- grito y tiro la tostada lejos. Debe haber sido una abeja, luchando por escapar...

jueves, 6 de diciembre de 2007

Happy birthday to me.... zoquetes!

La verdad con el tiempo llegué a conocerte pero, extrañamente, no a odiarte. Sabrás sin embargo que desprecio mucho tus flaquezas. Son para mí las peores del mundo. Aparte de ese aire soberbio que tenés, me di cuenta sí, me molesta mucho tu falta de autodominio. Se te nota en la cara cuando algo no te gusta, esto no es bueno.
A pesar de eso, mejor dicho por eso mismo, es que aprendí a perdonarte.
Te conozco, demasiado bien. Se el porqué de tu miedo a festejar tu cumpleaños. Yo también recuerdo cuando te dejaron solo con todo preparado.

Lloré con vos ese día ¿Te acordás?

Has envejecido. Tenés canas. Muchas. Se te desparraman por toda la cabeza.
Estás más chueco.

Por más que lo intentes, no podes ocultar esa panza. Se te cae, se asoma como una corbata por debajo del chaleco. Ya ni siquiera podes decir que es cervecera. Ahí hay de todo menos cerveza. Se te vio últimamente consumiendo güisqui. Una vergüenza.


No quiero ni tocar el tema de tus amores. Cosas sin terminar, cosas que empiezan y se cercenan (vaya a saber uno por qué), romanticismo barato, inseguridad, etc., etc.
Encima te las das de poeta. Te crees que porque tenés este mísero blog y algunos cuentos publicados de favor, sabes escribir.

Pero, como te dije al principio, aprendí a perdonarte. Porque sos humano, igual que yo.
Y aunque me gustaría que fueses mucho mejor, que fuéramos mucho mejores, creo que no nos arrepentimos de nada.

O quizás nos molesta el hecho de no poder cortar con las cosas que nos hacen mal y ser todo eso que podríamos ser ¿no?

En fin, Chicho. Yo Matías te saludo. Me alegro de que sigamos juntos y de que no nos hayamos vuelto ni tan malos ni tan buenos.

Feliz cumple para vos y para mí.

saludetes