viernes, 8 de febrero de 2008

For absent friends

-Hola.
-Hola.
-¿Quiere tomarse unos mates?
-Claro, si usted lo ceba.
-¿Para eso estamos no?

Y la verdad que ya no se bien para qué esté Fulgencio. Verán, el cebarme mate es su misión, pero yo creo que en realidad nació para que no me quede solo. Se lo extraña. Si bien muchas veces no transcribo lo que charlamos, sepan que es él el que me dicta la mayoría los cuentos que se leen.

-¿Qué le anda pasando que esta tan callando?- me pregunta mientras le hecha agua a la calabaza. Fulgencio mira para otro lado cuando pregunta cosas que sabe que son complicadas, como si le diera miedo enfrentarse a mis ojos.

-Y, acá andamos. Un poco aturdido- le digo.
-¿Se puede saber por qué?
-No se haga el tonto- rezongo-. Usted ya sabe lo que me anda pasando, sino no lo hiciera hablaría muy mal de usted como amigo.

Fulgencio se ríe. Sigue mirando hacia la pared, pero de vez en cuando me lanza los dardos que tiene por ojos.

La luz entra por la ventana, afuera esta nublado. Tiene un tono gris. A lo lejos, a través del vidrio, se puede ver la fila de hormigas metálicas que son los autos. Cada uno con su pequeña boca que escupe humo y su ronquido. Llevan en su espalda la carga de hombres, mujeres y niños. Parecen doblarse con el peso. Se los ve malhumorados.

Sigo mirando por la ventana, conciente de que Fulgencio me observa a su vez. Una nube cambia de lugar y los rayos del sol actúan como penetrantes faros en la gris mañana. Parece que Febo esta buscando a alguien, o a algo, que no puede encontrar. Ilumina aquí, ilumina allá.

Le doy un sorbo al mate y prosigo la observación. Siento como el calor baja por mi cuello, se detiene un rato en mi nuez de adán y se pierde para siempre bajando cada vez más.

Entonces pasa lo que estoy tratando de evitar desde que comencé a hablar con Fulgencio. Pasa lo inevitable. Me pregunto que estarán viendo esos ojos, perdidos en un país extraño.
Me los imagino mirando un paisaje, gris como el mío, bastante desolado. Me los imagino, observando las hileras interminables de autos que llevan su carga de gritos y olor. A tal punto me compenetro que ya no sé si soy yo el que veo, si es él el que añora un amigo perdido o si somos los dos los que compartimos una mirada sobre el mundo, gris y algo patética.

-Lo que está lejos, no esta perdido. Solamente esta lejos. Me dice Fulgencio.

-No es eso- le contesto. Extraño a mis amigos. No extraño el reírme con ellos, no extraño tenerlos cerca. Extraño saber que, esos ojos que ahora están lejos, miran al mundo de la misma manera que lo hago yo. Puede ser una visión gris algunas veces, pero no deja de ser bella.

Fulgencio recibe mi ofrenda del mate vacío. Sabe que hay poco que se pueda decir. Me parece que esta pensando en sus propios amigos.

Amigos míos, si leen esto sepan que se los extraña. No tienen idea lo difícil que es conseguir gente que comparta conmigo la visión del mundo. Un poco porque yo soy muy raro (aceptémoslo) y otro poco porque el mundo es un camaleón que no se cansa de cambiar de colores.

Sepan también que el solo hecho de que existan me sigue dando ánimos para buscar gente que comparta la realidad que creamos juntos. Pero que sin embargo los extraño. Mucho.


-Al menos lo tengo a usted Fulgencio. Sino me volvería loco.
-Al menos lo tengo a usted para cebarle mate. Sino me volvería loco.

Y nos quedamos así, tomando y cebando. Juntos pero solos, sabiendo siempre que él posee mucho de ellos. Esos que nos están y que añoro. Sabiendo que aunque estemos los dos, en realidad estoy yo solo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La soledad no es enemigo, aunque duele al empezar a conocerla. Solo debemos cuidarnos de despertar al unico enemigo posible en esa soledad: a nosotros.

Muy bueno as usual, Chich.

J.

Olvido dijo...

chicho: llego a su espacio en plena busqueda de lo que ud. extraña. La nostalgia andan dando vueltas y su relato conmueve.
Gracias por su visión del mundo.
Mis respetos.