viernes, 6 de junio de 2008

Último parcial de Tecnología Industrial

Hoy no tengo ganas de estudiar (como siempre) y lo miro a Fulgencio mientras lee el diario. Hace calor.
El teclado me llamo furioso, pero me niego. Tengo que aprender qué es una Unidad de vinculación tecnológica, cuántos centímetros debe tener un torno, qué es una fresadora... Sin embargo no puedo hacerlo. A pesar de que es el último parcial de mi vida.
Miro al teclado, que es negro con las letras blancas, y parece la sonrisa de un perro. La letra A ha desaparecido casi por completo. Solamente le queda el “techito puntiagudo” y una pequeña parte de la patita.
Me grito en silencio, me revuelvo en la silla, pero todo parece distraerme. Desde el costado del escritorio, que han vuelto a cambiar de lugar como si no entendieran que necesito de un escenario coherente para escribir, me miran los apuntes que debo Afrontar. Y me indignan, ya aprobé 3 parciales de esta porquería tecnológica y ahora me falta el último acto: un global para poder promocionar. Frente a mí flotan los rostros de los profesores que imagino en maquiavélicas diatribas, dilucidando cómo hacer para molestar más a los alumnos. Uno es alto peinado a la gomina, parece un clon del Drácula de Bela Lugosi. El otro tiene sin duda un aire al Frankenstein de los '50: de mirada poco lúcida, como al de una tortuga, pero capaz de accesos sanguinarios de violencia. Todo se mueve frente a mí, en mi imaginación al sonido del crepitar de las páginas de diario de Fulgencio, que se van apilando una a una, de la derecha a la izquierda, de a poco, lentamente. Como un tren de letras que se lleva las noticias.

Suspiro y vuelvo a tomar el apunte, pero no paso de las primeras hojas. En mi cabeza se produce una guerra sin tregua digna del próximo culebrón épico de Hollywood.
El príncipe Tecnología desea conquistar los imperios de mi cerebro, pero debe sustraerse a la seductora presencia de La Elfa negra que con sus letras lo invita, descaradamente a poseerla, a hacerla suya.
El príncipe se resiste, su aliado de confianza el Barón Memorioso le recuerda que después de esta batalla, esta última y magnífica batalla, la guerra quedará decidida a su favor.
Sin Embargo Tecnología duda, se retuerce, no sabe si atacar o no. Se consume entre una victoria gloriosa y un placer efímero pero justamente por esa cualidad, irrepetible.

De golpe, el silencio me trae a la realidad.
Fulgencio ha dejado de leer el diario. Me pregunta:

-Che, ¿no te vas a poner a estudiar?
-Ahora me pongo Fulgencio, ahora me pongo…

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